Si le preguntáramos a una hipotética candidata a Miss qué es África, la respuesta sería que es un país en el que hay mucha pobreza, sus habitantes son de raza negra y pasan hambre, y hay muchas ONG que les ayudan haciendo campañas para recaudar dinero. Lo intrigante es que esta respuesta no difiere mucho de la que nos daría un occidental medio. Quizá incluirían información sobre la colonización y descolonización, y los gobiernos fallidos y corruptos, pero poco más.
Nuestra protagonista no comete un error al decir que en África hay pobreza, pero esto no es la única verdad de África, porque, además, es muy rica en recursos naturales, cultura, e historia, y tiene mucho que ofrecer.
Comenzamos aclarando que África no es un país, sino 55, si contamos la República Árabe Democrática Saharaui, que sólo reconocen 45 países del mundo, pero que es miembro de la Unión Africana (Marruecos no lo es desde 1982); y con Sudán del Sur, independizado el 9 de julio de 2011. Mil millones de personas habitan el continente Africano. No podemos hablar exactamente de diferencias entre países porque la división del territorio es fruto de intereses europeos, pero sí de más de 3.000 grupos étnicos con su propia cultura, lengua y modo de vida. Lo único que tienen en común todos los países de África es que han sido colonias de Europa y han logrado la independencia en los últimos 50 años.
En occidente se afirma, en ocasiones, que África no tiene historia hasta la expansión islámica, las navegaciones portuguesas o la trata de esclavos. Podemos imaginar la sorpresa que se llevaría nuestro protagonista, el occidental medio, al enterarse de que el origen del hombre está en el continente africano.
Hasta hace muy poco Europa no se había preocupado por el pasado del continente, quizá por su presunta barbarie, que les hacía imaginarla en un estado de guerra permanente, o por su aislamiento, justificado por la aridez de sus costas que solo permitieron conocer parte de la región a Euroasia. Incluso Herodoto hablaba de Pigmeos, que disputan su alimento a las grullas.
En Gran Bretaña se pensaba que la colonización era un mal negocio, pero, después de las exploraciones, comenzaba la expansión misionera, que aunque teóricamente, no tenían voluntad de conquista, crearon las condiciones de la expansión política que se mostraba como movimientos humanitarios. Era el deber del hombre blanco como ser superior, el de educar, aunque fuera por la fuerza, en el cristianismo, y de liberar a los pueblos del yugo de sus soberanos. Algo parecido, guardando las distancias, a lo que siguen haciendo hoy los estados occidentales intentando imponer, aunque sea por la fuerza, la democracia en países como Irak o Libia.
Uno de esos países que “delimitaron” los británicos en África fue Botswuana.
El resultado de la independencia para la mayoría de los países africanos fue desastroso; inestabilidad, pobreza, desestructuración y dependencia económica de las potencias coloniales europeas, el caso de Botswana fue diferente.
Tras convertirse en protectorado británico, estuvo administrada por consejos formados entre europeos y africanos hasta 1961. Gran Bretaña retrasó la independencia de Botswana hasta 1966 para proteger al territorio de las aspiraciones anexionistas de la Unión Sudáfricana, que ya tenía implantado el régimen del apartheid.
Hoy, Botswana es un país estable y pacífico, y según los observadores internacionales, las elecciones son democráticas y justas. Es una república presidencial con una democracia representativa y han encontrado el equilibrio entre la democracia impuesta a la europea y su sistema tradicional, ya que los clanes y reinos tradicionales están representados en el parlamento.
Económicamente, el país depende principalmente de la exportación de minerales (es el segundo exportador después de Rusia, de diamantes). Gracias a los diamantes su economía creció y según el Banco Mundial, entre 1965 y 1996 protagonizó el mayor crecimiento mundial, con un ingreso per capita que subió a 9,2%.
También hay seguridad social y pensiones, y es considerado el mejor país de África para las inversiones. En el índice de libertad económica está por delante de España y según Transparency Internacional, es el menos corrupto de África, de hecho tiene la misma calificación que Portugal.
En el informe de “La gobernabilidad importa, 2007: Indicadores de la gobernabilidad en el ámbito mundial 1996-2006” del Banco Mundial, Botswana estaba entre los 16 países con mayor estabilidad política y ausencia de violencia en el mundo con una puntuación de 92,8% y entre 212 países, y ocupaba la primera posición entre los países de África. Esta posición coloca al país africano delante de las naciones del G8, de todos los estados de la UE menos Finlandia y Luxemburgo y de todos los países asiáticos excepto Bután, Brunei y Singapur.
En conclusión, la hipotética Miss se equivocaría en parte de su discurso al hablar de África, y también lo haríamos cualquiera de nosotros como occidentales medios. Es curioso que para conocer África haya que especializarse, o investigar específicamente, cuando la tenemos aquí al lado, y sin embargo, sepamos tanto de EE.UU., sin necesidad de indagar mucho sobre la materia.
Eduardo Galeano afirma que África es un gran nadie del Tercer Mundo y carece de voz, son los países derrotados, y continua diciendo que el problema no es este o aquel conflicto, el gran problema es la educación, la actitud, el respeto.
La escritora nigeriana Chimamanda Adichie, describe muy bien esta situación en su discurso “El peligro de una sola historia” en “TED, Ideas Worth Spreading”, donde relata cómo se ha impuesto un modo de ver África estereotipado, e incluso, como occidente impone su modo de ver el mundo también a los africanos. Por esto, advierte del peligro de la desinformación.
La visión de Occidente sobre África no es fiel a la realidad, lo acabamos de ver, hay países en África, como Botswana, que han conseguido un estado estable, y los que no, luchan por conseguirlo.
Fiona Leonard, en un artículo publicado en la revista de prensa africana, “Africana Noticias”, hablaba de la posibilidad de comenzar a escribir sobre África de forma diferente, y de que se empezara a hablar de “invertir” en lugar de “dar”.
En conclusión, habría que dejar de tratar a África subsahariana como el continente pobre, debemos tratarlo como lo que es, el continente más rico y con mayores posibilidades de desarrollo del mundo, el futuro del planeta, y Botswana es un ejemplo de ello.
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