15 de diciembre de 2011

PRIMAVERA ÁRABE. PERSPECTIVA ECONÓMICA: CAUSAS, CONSECUENCIAS Y FUTUROS POSIBLES.

El 17 de noviembre de 2010,  Mohamed Bouazizi, un vendedor de fruta de Sidi Bouzid, Túnez, se convirtió en un héroe nacional. Desesperado y frustrado, se prendió fuego ante dos policías que se quedaron mirándolo. Vivía en el barrio de Hainur, en una pequeña casa compartida con 8 personas más, aunque él era el único que tenía empleo. A Mohamed la policía unas veces le robaba, otras, desparramaban por el suelo lo que tenía para vender.
La policía, corrupta y abusiva, era temida por 40.000 vecinos, hasta que Mohamed se inmoló y la indignación fue más fuerte que el miedo. Para Mohamed la indignación fue más fuerte que la esperanza, así que compró un bidón de gasolina de cinco litros y se quemó vivo.  Esto desató una oleada de suicidios a lo bonzo en el Magreb y otros países musulmanes. Zine el Abidine Ben Ali, presidente de Túnez, fue derribado por el pueblo, y se fugó a Arabia Saudí. Así comenzó lo que hoy conocemos como “Primavera Árabe”.
Lo cierto es que son varios los factores o causas que condujeron a esta revolución de los países árabes. Gemma Martín Muñoz, directora de Casa Árabe, señala también, como principal factor, la naturaleza de un sistema económico no productivo. Túnez tenía grandes datos macroeconómicos, sin embargo, los resultados positivos no se reflejan en la sociedad.


En los últimos años, los países árabes del norte de África y Oriente Medio registraron un crecimiento económico importante, por encima del promedio histórico de la última década. Entre 1996 y 1999 la media de crecimiento del PIB fue del 3,6% anual, sin embargo, entre 2000 y 2003 se aceleró al 4,6% y llegó al 5,9% en 2005. Así, el ritmo de crecimiento en el mundo árabe se sitúa, en la media de los países en vías de desarrollo, por encima de América Latina.
Sin embargo, la vida cotidiana se iba haciendo más difícil para los ciudadanos y la gente observaba la opulencia en que vivía la familia presidencial. A la población de Túnez y Egipto, a pesar de ser considerada tranquila y lejos del espíritu revolucionario, les pudo la frustración. A las duras condiciones de vida arraigadas en el desempleo, se le sumaban regímenes corruptos y autoritarios.
La crisis económica sumió a los países del norte de África, junto con casi todo el resto del mundo, en una pobreza más acuciante. La subida de los precios de los alimentos y otros productos básicos provocaba la hambruna en la población más pobre.
Además de la crisis interna, hay una intervención de los actores regionales en el aspecto económico y político. El Golfo intenta resolver los problemas económicos de otros países árabes. En 2006, los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) efectuaron inversiones directas en el exterior por importe de unos 12.000 millones de dólares, según estadísticas facilitadas por la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo. Esta cifra sitúa a los países del Golfo entre los principales inversores emergentes, junto con la India, China o Brasil.

Ben Alí, era un hombre de negocios, y 50 representantes en el parlamento de Egipto eran hombres de negocios. Esto ha impedido la libre competencia y el desarrollo del sector privado. Los modelos económicos de estos países no son modelos cívicos, y esto nos da el diagnóstico clave de la ruptura de la economía.

Las consecuencias económicas de las revoluciones son claras, han tenido un coste y esto traerá dificultades y necesidades financieras importantes. 4.000 millones de dólares de pérdidas en turismo en Egipto, 1.000 millones en Túnez. Por tanto, las necesidades financieras son grandes, y es necesaria una restructuración del sector público y privado. Es un fenómeno histórico y esto cambia los patrones de comportamiento, son alzamientos populares reales.
Los disturbios han causado un aumento en los precios del petróleo. El Fondo Monetario Internacional ha revisado su pronóstico para el 2011 que refleja un precio más alto, y también informó que los precios de los alimentos podrían aumentar. Además, la preocupación por el Canal de Suez de Egipto han subido los precios de envío del petróleo.

El motor de crecimiento en el mundo árabe ha sido, hasta ahora, el dinámico consumo interno (población joven ávida de consumo frente al estancamiento demográfico de Europa y Japón) y el reciente auge de la inversión privada, aunque las exportaciones son el tema pendiente. Según el Banco Mundial, de estos agentes depende que las economías árabes sean capaces de crear los 100 millones de empleos hasta 2020 que necesita la región para hacer frente al paro y la masificación de la población activa, principalmente mujeres y jóvenes.
En este sentido y en conclusión, podemos decir que el crecimiento del PIB, los ingresos del petróleo y la población joven, hacen del mundo árabe un mercado de consumo de primer orden. Los mercados en los países árabes son ahora más libres y favorables a los negocios y por ello, más atractivos para la inversión.
Hay que tener en cuenta que las economías árabes siguen siendo pequeñas y poco integradas para absorber tan ingentes capacidades de producción, por lo que necesitarán de los mercados internacionales que son mucho más abiertos y accesibles y tienen una enorme demanda potencial.

Los países árabes están orientados a la modernización con el objetivo de incrementar la internacionalización y, países como Argelia, Libia o Líbano, se han quedado atrás en competitividad del sector público. Otros han desempeñado buenas políticas de competitividad, pero tienen una débil estructura de negocio y falta de atención a factores sociales.
En definitiva, todos los autores coinciden en la necesidad de crear una estrategia clara que vaya ligada a la creación de empleo, y en este sentido, muchos coinciden en que los proyectos de diversificación deberían reducir la dependencia de estas economías de la exportación de ciertos recursos y sectores, y así, se reduciría el desempleo.
Convirtiéndose en auténticas economías productivas, será posible crear los 100 millones de empleos hasta 2020 que el Banco Mundial estima necesarios para acoger a la nueva población activa y reducir también el paro endémico en la región, revela Jacinto Soler Matutes.
Los países de la “Primavera Árabe” tienen que conseguir en el plano financiero, una mayor industrialización, diversificación económica e integración regional, solo así la revolución habrá servido para algo.